Por Santi Mallorquí, CEO de Organic Cotton Colours. En el capítulo anterior, les conté cómo terminamos perdiendo la temporada de cultivo de 2013. El motivo fue que la ONG gubernamental que asistía a los agricultores dejó de recibir fondos del Estado, se cortó la comunicación y nadie sabía cómo reconducir la situación. Ahí aprendí que debíamos actuar sin intermediarios, crear nuestra propia red de agricultores comprometidos con nuestro proyecto. El siguiente viaje a Brasil fue en agosto de 2014. Recorrimos una buena parte del nordeste visitando familias previamente seleccionadas, tenía la sensación de que «a la tercera iba la vencida». Diógenes Fernández ya formaba parte del equipo OCC y resultó ser la persona que necesitábamos, conocía el terreno y tenía muy buena acogida entre los agricultores y la Embrapa. La Embrapa es una agencia federal que suministra las semillas y asiste técnicamente a los agricultores. Sin ellos y sin la inestimable ayuda casi personal de Fabio Aquino, responsable del departamento de algodón orgánico, nuestras buenas intenciones hubieran sido en vano. La obtención de las semillas en sí ya es todo un proceso porque, si te la juegas, es probable que estén contaminadas con especies modificadas genéticamente. Esto sucede porque circulan muchos tipos de semillas y no todos los agricultores saben de la importancia de conocer su origen, por polinización de campos adyacentes y, también es común que se contaminen en el proceso de desmotado si se ha realizado en una empresa que combina algodón convencional con orgánico. Era muy importante empezar con buen pie y asegurarnos unas buenas semillas. Normalmente se comercializan lintadas, es decir, sin pelo al considerarse más limpias y con menos riesgo de transportar insectos. No obstante, se utilizan agentes químicos agresivos para quitar el pelo alrededor de la semilla. Así que conseguir suficientes semillas «sin linte» en nuestros 3 colores fue todo un reto. La asistencia técnica supone otro gran reto, dada las enormes distancias que hay que recorrer para reunirte con un grupo de familias. Hay que ir por pistas de tierra muy rotas hasta llegar donde residen. En el mejor de los casos se agrupan de 6 a 10 familias en «asentamientos», que son como pequeños grupos de casas con los cultivos alrededor. Cada asentamiento forma parte de una cooperativa de la región. Estos reciben la formación y el seguimiento de los plantíos a domicilio, por decirlo de alguna manera. Entre las familias se ayudan en las labores de preparación de los campos y en la recogida, que se hace de manera manual y puede llevar un mes, dado que solo se colecta la