Capítulo 5: Asegurando la semilla peluda

Por Santi Mallorquí, CEO de Organic Cotton Colours.

En el capítulo anterior, les conté cómo terminamos perdiendo la temporada de cultivo de 2013. El motivo fue que la ONG gubernamental que asistía a los agricultores dejó de recibir fondos del Estado, se cortó la comunicación y nadie sabía cómo reconducir la situación. Ahí aprendí que debíamos actuar sin intermediarios, crear nuestra propia red de agricultores comprometidos con nuestro proyecto.

El siguiente viaje a Brasil fue en agosto de 2014. Recorrimos una buena parte del nordeste visitando familias previamente seleccionadas, tenía la sensación de que «a la tercera iba la vencida». Diógenes Fernández ya formaba parte del equipo OCC y resultó ser la persona que necesitábamos, conocía el terreno y tenía muy buena acogida entre los agricultores y la Embrapa.

La Embrapa es una agencia federal que suministra las semillas y asiste técnicamente a los agricultores. Sin ellos y sin la inestimable ayuda casi personal de Fabio Aquino, responsable del departamento de algodón orgánico, nuestras buenas intenciones hubieran sido en vano.

La obtención de las semillas en sí ya es todo un proceso porque, si te la juegas, es probable que estén contaminadas con especies modificadas genéticamente. Esto sucede porque circulan muchos tipos de semillas y no todos los agricultores saben de la importancia de conocer su origen, por polinización de campos adyacentes y, también es común que se contaminen en el proceso de desmotado si se ha realizado en una empresa que combina algodón convencional con orgánico.

Era muy importante empezar con buen pie y asegurarnos unas buenas semillas. Normalmente se comercializan lintadas, es decir, sin pelo al considerarse más limpias y con menos riesgo de transportar insectos. No obstante, se utilizan agentes químicos agresivos para quitar el pelo alrededor de la semilla. Así que conseguir suficientes semillas «sin linte» en nuestros 3 colores fue todo un reto.

La asistencia técnica supone otro gran reto, dada las enormes distancias que hay que recorrer para reunirte con un grupo de familias. Hay que ir por pistas de tierra muy rotas hasta llegar donde residen. En el mejor de los casos se agrupan de 6 a 10 familias en «asentamientos», que son como pequeños grupos de casas con los cultivos alrededor. Cada asentamiento forma parte de una cooperativa de la región. Estos reciben la formación y el seguimiento de los plantíos a domicilio, por decirlo de alguna manera. Entre las familias se ayudan en las labores de preparación de los campos y en la recogida, que se hace de manera manual y puede llevar un mes, dado que solo se colecta la pluma que está en el óptimo estado de maduración.

En ese viaje fuimos a visitar cooperativas de 4 estados: Piauí, Rio Grande do Norte, Paraíba y Pernambuco. Hace falta viajar por esas carreteras interestatales del nordeste para darse cuenta del peligro que conllevan; los pavimentos están en muy mal estado con múltiples agujeros de un tamaño nunca visto en nuestras carreteras, es muy común cruzarte con animales en libertad, hay mucho tráfico de vehículos pesados que conviven con pequeños ciclomotores que conducen por medio del carril. Para que os hagáis una idea, en este viaje hicimos más de 2500 km en 10 días.

Ir a conocer personalmente a todas las familias en sus casas es la experiencia más bonita que he tenido en todo este proyecto. No hay mesas de reuniones ni nada por el estilo, no sientes que estés negociando nada al uso, simplemente les miras a los ojos y les escuchas. Entiendes lo importante que son los cultivos biodinámicos para el sustento alimentario de toda la familia y los animales que crían. Son zonas donde llueve muy poco y tienen depósitos para almacenar cada gota de agua del cielo para su consumo vital. Son buena gente, humilde, siempre se despiden con un «vai com Deus» y si les dices que solo falta lluvia para que todo funcione te dicen «Se Deus quiser». Viven con muy pocos recursos, pero con mucha fe y esperanza.

Sin duda, en este viaje asentamos las bases de cómo iba a funcionar el proyecto OCCGuarantee en Brasil, establecimos los contratos que íbamos firmando con las visitas que realizábamos, a veces en los locales de las cooperativas y a veces en los campos. Siempre después de largas reuniones donde les explicábamos cuál era nuestra intención, «queremos contar con vosotros cada año, nos quedaremos todo el algodón que podáis producir». Ya teníamos precios y condiciones pactadas de la reunión de principios de 2014 con la mayoría de cooperativas, así que todos ya estaban informados del acuerdo y muy contentos de ser elegidos en la «parceria» de Organic Cotton Colours.

Iba a ser un buen año de inicio, la previsión satisfacía nuestras necesidades iniciales para poder hilar en Barcelona. Teníamos poco color verde, pero esta vez cultivamos con semillas de «Topazio» y «Rubí», que son dos tipos de tonalidades marrones, para testear con cuál nos quedaríamos.

El siguiente viaje ya estaba previsto para enero de 2015, era nuestro gran momento de hacer la exportación desde el puerto de Recife, en el estado de Pernambuco.

La verdad es que, concretar el procesado y preparación de la fibra, su transporte, los trámites burocráticos y la exportación fueron grandes desafíos que les contaré en detalle en el capítulo seis.